viernes, 12 de febrero de 2010

CONSTRUYENDO PARA LA VIDA FUTURA - en you tube -



CARTA Nº 70
Septiembre de 1916

CONSTRUYENDO PARA LA VIDA

Sabernos ya, naturalmente, que la Fraternidad enseña que el renacimiento es un hecho en la naturaleza y creemos en esta doctrina porque explica tantos hechos en la vida que, de otra manera, carecerían de explicación. Pero me pregunto cuántos serán los estudiantes que han hecho un uso práctico de esta verdad, infiltrándola en su corazón y siguiéndola persistentemente por un acoplamiento consciente y sistemático de sí mismos, elaborando así su ambiente para futuras vidas.
Es verdad que en el Segundo Cielo dedicamos todo el tiempo a elaborarnos el ambiente para la vida siguiente, formándonos la tierra y el mar, procurando por las condiciones de la flora y de la fauna, y dando, en general, una forma a las cosas de modo que alcancemos un terreno conveniente para el trabajo de la vida venidera. Pero todo esto lo hacemos dé acuerdo con la manera en que hayamos vivido aquí en esta actual existencia. Si hemos sido perezosos y hemos carecido de rumbo, viviendo a la buena de Dios, no es probable que al entrar en el Segundo Cielo seamos cuidadosos para prepararnos un terreno fértil que podamos cultivar después. Por consiguiente, nuestra próxima encarnación nos encontrará probablemente con los mínimos medios de existencia a mano y bajo los latigazos de la necesidad habremos de aprender a valernos de nosotros mismos.
Muy semejante es lo que ocurre con las cualidades morales. Al encontrarnos prontos a descender a una nueva encarnación, solamente podemos disponer, para los nuevos vehículos, de aquello que hayamos almacenado en éste. Es muy prudente para nosotros, por consiguiente, que comencemos ahora ya que nuestra vida futura está ahora en un estado de yeso manejable y dúctil para formar nuestros ideales como quisiéramos que fuesen y elaborar el ambiente en que más gustáremos de estar colocados.
Sin duda alguna estamos todos de acuerdo, en primer lugar, en que nuestros cuerpos presentes no son como desearíamos. Enfermedades de todas suertes atormentan a casi todo el mundo; algunos están sujetos al dolor durante toda su existencia y nadie puede gozar de la vida, desde la cuna al sepulcro, sin haber experimentado algún sufrimiento. Cada uno de nosotros, pues, debe imaginarse a sí mismo, en una existencia futura, provisto de un cuerpo pletórico de salud, libre de las enfermedades que constituyen nuestra plaga peor.
Con respecto a las facultades morales y mentales estamos lejos de ser perfectos y cada uno de nosotros podemos, por lo tanto, procurar el mejoramiento de estas facultades. ¿ Nos hacemos cargo de que tenemos un espíritu criticón, una lengua mordaz, un temperamento irritable o faltas muy parecidas, las cuales nos indisponen con los demás y hacen la vida a nuestro alrededor poco agradable? Muy bien; pues fijando en la mente y visualizando nuestro propio ideal para el futuro, esto es, conservando el equilibrio en todas las circunstancias, siendo dulces y comedidos en el hablar, atentos y afectuosos, etc., grabaremos estos ideales en la forma de pensamiento que habremos ya formado para nosotros mismos en aquel lejano día.
Y el resultado irá de acuerdo con la intensidad de concentración que apliquemos a ello. En la medida que nos esforcemos ahora para cultivar y aspirar a las virtudes, las poseeremos entonces; y esto se aplica igualmente a las facultades. Si somos descuidados ahora en la aspiración de mantener el orden, también traeremos entonces esta dificultad de nuestra naturaleza. ¿Carecemos del sentido del ritmo? Pues podemos obtenerlo en el futuro si lo pedimos ahora. E igualmente podemos alcanzar, por idéntico proceso, la habilidad mecánica, por ejemplo, o cualquiera otra cosa que nos sea necesaria para procurarnos la experiencia de la vida que buscamos.
Por consiguiente, debemos sistemáticamente fijar un memento determinado; a intervalos y con la máxima frecuencia que nuestros otros deberes lo permitan para prever y planear para la futura vida, sobre qué clase de cuerpo, qué facultades, virtudes y ambiente preferimos. Si podemos hacer inteligentemente nuestra elección ganaremos considerablemente en eficacia mucho más que si no nos molestáramos en discurrir sobre ello.
Fácil nos será comprender que, naturalmente, la forma superior de aspirar a la virtud es el constante esfuerzo en practicarla en nuestra existencia diaria. Pero mientras nos estamos preparando para cultivar las virtudes que deseemos tener prácticamente, bueno será y científico también, el que planeemos el uso que hemos de dar a nuestra futura vida exactamente igual como ahora hacemos planes para el día siguiente, o mes o años venideros. Yo confío que esta idea arraigue entre los estudiantes y que sea consistentemente llevada a su legitimo término, pues de este modo cristalizará en realidad magnifica, en un efecto maravilloso sobre nuestro propio futuro y el porvenir del mundo a nuestro alrededor.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel



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